Bajo el bombardeo a que estamos sometidos diariamente por los medios de prensa y la televisión acerca de los diferentes conflictos y guerras que asolan al planeta tierra, e incluso sobre los enfrentamientos partidistas o nacionalistas dentro de una misma nación, el ser humano de a pie se pregunta cómo es posible a estas alturas tanta violencia, tanto odio y tanta separatividad, cuando todos sabemos que en el fondo todos somos idénticos, y que nuestra estructura psicológica y emocional es la misma. ¿O no lo es?
¿En qué consisten las diferencias de razas, civilizaciones, naciones, pueblos e incluso partidos interestatales? ¿Es igual en su conformación y desarrollo un norteamericano que un iraní, un sirio que un israelí, un español que un marroquí, un alemán que un mejicano, o un senegalés que un chino? ¿Es igual un castellano que un vasco?. ¿Es igual la estructura del alma y de la personalidad de un partidario político convencido y fiel de izquierdas que otro de su mismo país que milita concienzudamente en un partido de derechas?
Evidentemente, y no nos referimos al carácter o signo astrológico sino a sus rayos colectivos de pueblo o raza, son distintos, pero la causa de tal distinción ¿es simplemente una diferente educación, una ubicación geográfica, o incluso una religión diversa, o por el contrario la razón es más profunda y se basa en el propio karma que le hace a cada uno nacer en países y encarnar en razas o culturas de muy diferente desarrollo y condición? ¿Qué justicia divina podría haber en el hecho de que uno haya nacido en un país europeo o americano, cristiano y próspero, y el senegalés que, si no tiene la desgracia de nacer ya con SIDA, se ve obligado a esforzarse terriblemente para poder prosperar, y a emigrar y morir en una patera por querer acceder a los mismos medios y condiciones que teóricamente todo ser humano es acreedor por su condición divina? ¿O acaso la aplicación de la ley kármica es tan justa y precisa que a cada uno le da lo que le corresponde, a nivel de potencialidades y de facultades, para incorporarse a una raza más o menos evolucionada, permitiéndole así dar los próximos pasos en su ascenso evolutivo en el medio más adecuado a sus posibilidades? ¿Sería incurrir en juicios racistas constatar y aceptar que nada hay de arbitrario e indiscriminado en la justicia divina, que las razas con sus características propias existen aunque afortunadamente cada vez están más difuminadas por causa de las mezclas, que tales razas han ido evolucionando desde el principio de los tiempos, y que lo han hecho de acuerdo con los criterios evolutivos y el plan diseñado por superiores Jerarquías espirituales?
Las diversas escuelas esotéricas han estudiado e investigado acerca del origen y desarrollo del hombre desde su aparición en la tierra (y antes también cuando todavía no era humano sino sucesivamente una energía espiritual, un mineral, un ser vegetal, un animal de una u otra especie, a través de otras cadenas planetarias previas a la tierra, hasta materializarse en el ser humano provisto de inteligencia y de alma que somos hoy). Los teósofos, primero mediante Helena Blavatsky a la cabeza con su "Doctrina Secreta" y después con Annie Besant o Leadbeater, nos hablaron de la existencia de cinco principales razas raíces, distinguiendo, a partir de la tercera de ellas, llamada Lemur, y la cuarta denominada Atlante, cómo cada una de ellas se subdividía en otras siete en sucesivas fases de desarrollo, hasta llegar a la actual quinta que llamaron Aria, con otras siete subrazas, cuyos últimos eslabones, actuales y más avanzados y evolucionados, serían la 5ª y 6ª subrazas. Posteriormente Rudolf Steiner y Max Heindel, por diferentes conductos y desde países diferentes, mediante sus dotes de clarividencia, llegaron a conclusiones similares a las de aquellos teósofos de los que partieron en su investigación espiritual, pero profundizando en revelaciones más específicas y detalladas, hasta permitirnos tener un mapa de la genealogía y cosmogonía de las razas humanas contrastable con cualquier estudio científico o análisis antropológico de rigor, y cuyas claves se mantienen hasta la actualidad como referencias esenciales de todo investigador ocultista y esotérico.
La Ciencia Espiritual y los rasgos de las razas actuales
Mediante un estudio de los Rayos ("Los Rayos y las Iniciaciones" de Alice Bailey), como energías planetarias y características básicas de la estructura del alma, en relación y combinación con una síntesis y conocimiento de las Razas Raíces (basada en las principales investigaciones teosóficas) así como de las subrazas/épocas/culturas de la 5ª Raza Raiz Postatlante (en la linea del trabajo investigador tanto de Rudolf Steiner como de Max Heindel), podemos llegar a entender de una manera bastante cercana a la realidad la composición básica de las razas que habitan nuestro mundo actual. La Ciencia Espiritual y el estudio de la Sabiduría Perenne nos permitirán de esta forma entender la raíz y origen de todos esos latentes enfrentamientos internacionales, interreligiosos e interpartidistas, y nos permitirán conocer e interpretar el pasado de donde venimos, el presente con sus complejas estructuras y civilizaciones, y el futuro posible a donde se dirigen la evolución de la humanidad y el planeta, si todo continúa en la vía proyectada por las Jerarquías Divinas y si el vigente "statu quo" mundial no es destruído por el ego separativo humano.
Y así podremos entender los factores que unen y separan a las sociedades, culturas y naciones. Aunque posteriormente, a lo largo del presente artículo, se hará una reseña sobre la evolución de las cinco Razas Raíces, debemos hacer un somero desglose de las subrazas de la última Raza Raiz, la quinta Postatlante, para comprender nuestra actualidad. Para Steiner y los antropósofos, de las 7 subrazas que compondrían esa quinta Raza, ya se ha desarrollado la 5ª subraza o época, llamada europea o aria, y está en su desenvolvimiento inicial la 6ª subraza en América, Europa central y Rusia, que estará esencialmente caracterizada por el 6º Rayo marciano en relación con el 5º Rayo mental y consciente de índole mercuriana.
Procedente de la subraza semítica de la Raza Atlante (cuarta Raza Raíz) surgió la 1ª subraza de la quinta Raza Raíz Postatlante, la Raza Hindú con su civilización y espiritualidad conocidas, regida obviamente por el 1º rayo de Voluntad y Síntesis. Le siguió a continuación la 2ª subraza Persa (y las civilizaciones persa y mesopotamica), bajo la influencia esencial del 2º Rayo de Sabiduría, y a continuación la subraza 3ª Egipcia, mediante el desarrollo de la conocida cultura egipcia, bajo el 3º Rayo de Actividad y manifestación inteligente, para pasar posteriormente a la Epoca Greco-latina, o 4ª subraza, a orillas del Mediterráneo europeo, bajo el 4º Rayo de Armonía y Equilibrio, hasta llegar a la 5ª Epoca y subraza llamada aria o Europea, dominada por el 5º Rayo mental o de la Inteligencia.
Bajo tales permisas y por medio de una relación y combinación de los Rayos, así como de los planetas astrológicos y de los tipos del Eneagrama (de antiguo origen persa), podemos llegar a un conocimiento muy aproximado de la composición actual de las estructuras personales de cada país e incluso de sus clases sociales. Y así podríamos comprender por ejemplo las diferencias que separan a la cultura árabe en general (de 5ª Raza Raíz, subraza 3ª, procedente de la persa y mesopotámica), de la cultura o sociedad norteamericana (procedente del mestizaje de la última subraza 6ª de la quinta Raza Raíz con varias subrazas de la Raza Atlante, y sobre todo con fuerte implantación de raza negra), o el conflicto entre árabes e israelíes (de origen básicamente semítico atlante relativamente mezclada con razas posteriores), o las diferencias entre un senegalés africano (de origen atlante de la 4ª subraza) y un europeo inglés o alemán (de la 5ª subraza europea de la quinta Raza raiz Postatlante). Podremos entender asimismo, dentro de un mismo país como es España, las dificultades interregionales de entendimiento del nacionalismo vasco (pueblo de origen atlante más antiguo de Europa) con el nacionalismo de la derecha española (subraza 4ª grecolatina de la quinta Raza Postatlante) capaz históricamente de gestas heróicas como el descubrimiento y colonización de América, o de promover la Inquisición o la guerra civil fratricida. O las diferencias de este grupo sociopolítico con sus hermanos españoles de la izquierda, ya sea liberal y europea (de 5ª subraza de la quinta Postatlante), o más izquierdista (subraza 7ª de la cuarta atlante).
Todas estas hipótesis no tratan en absoluto de desmerecer a ninguna raza, pues todas y cada una han contribuído a la evolución y progreso de la especie humana en sus muy distintas facetas y desarrollo, de manera que sus logros y consecuciones forman parte de nuestra estructura genética y sustancial, en el entendimiento de que todos hemos ido encarnando sucesivamente en distintas razas y culturas para asumir, integrar y transcender sus características positivas y condicionantes negativas, primero para subyugarnos en la materia para posteriormente ascender hacia más luz y más libertad.
Espíritus de Raza y de Pueblo y Nación
Según el creador de la Fraternidad Rosacruz Max Heindel, Jehová, uno de los Elohim, guía de los ángeles (angeloi) que fueron humanidad en la luna, por lo que es el Regente de nuestra luna actual, es el Dios o Jerarquía Suprema de las Razas, estando además a cargo de la construcción de los cuerpos por medio de las fuerzas cristalizantes y endurecedoras que él dirige, así como de la gestación y la vida intrauterina. Con él están también algunos Arcángeles que fueron humanos en el Período Solar: los llamados Espíritus de las Razas, que luchan por o contra un Pueblo, conforme a las exigencias de la evolución de esa raza o pueblo.
La obra de Jehová en la época Lemur, tras la expulsión de la luna, fue construir huesos duros y densos dentro de la sustancia blanda de los cuerpos ya existentes provenientes de la época Polar e Hiperbórea, pues como Dios de la Raza tiene dominio supremo sobre todas las formas, de manera que sus Arcángeles fueron y son los Espíritus de las Razas así como de un determinado pueblo (de modo parecido al alma de grupo de los animales de una determinada clase o especie, o como los ángeles de las plantas), y fueron los arquitectos del cuerpo astral humano en el Período Solar, por lo que su cuerpo inferior es el astral (así como el nuestro es el cuerpo físico), de la misma forma que los ángeles fueron los artífices del cuerpo etérico en el Período Lunar.
Por todo ello Jehová y los Arcángeles, nos dice Heindel, juegan un papel semejante a los espíritus de grupo de los animales, de forma que cuando los miembros individuales de una raza han desarrollado completamente el gobierno y dominio de sí mismos, se emancipan de tales Espíritus de la Raza. Estos espíritus jerárquicos de grupo están en la sangre (de ahí la prohibición de comer carne) y guían a las razas obrando sobre tal sangre, de la misma manera que hacen los espíritus de grupo sobre los animales. Y así el Ego gobierna su vehículo a través del calor de la sangre, mientras que el Espíritu de la Raza obra por medio del aire entrando por los pulmones (por esa razón Jehová y sus Mensajeros de Raza o Comunidad "soplaron su aliento por la nariz del hombre"), siendo el patriotismo uno de los sentimientos emanados de estos Espíritus. Los Espíritus de la Forma se encargan de las Razas, los Arcángeles de los Pueblos, y los Archai de las Naciones, y los hombres estamos sujetos a su influencia y energía, de forma que los que no se hallan liberado de ellos no pueden abandonar a su padre y a su madre ni mirar a todos los hombres como a sus propios hermanos, sin antes haberse librado del correspondiente Espíritu de Casta o Familia.
Cuando el espíritu de Raza entró en los cuerpos del Ego individualizado, comenzó a dominar sus cuerpos inferiores, lo cual hizo que los hombres se fueran haciendo conscientes de que eran distintos y separados de los otros hombres, pues anteriormente no se había sentido como un individuo, sino solo como perteneciente a una Tribu o Familia (de ahí el sufijo "son" en los apellidos familiares nordicos).
Jehová vino con sus Angeles y Arcángeles e hizo la primera división de Razas, dando a cada grupo un Espíritu de Raza, un Arcángel, y dando a cada ego un Angel como guardián, hasta que el espíritu individual fuera suficientemente fuerte como para emanciparse de toda influencia externa. Cristo vino para preparar el camino de emancipación de la humanidad, liberándola de la influencia de los Espíritus de Raza o Familia, y para unir a todo el género humano en una Fraternidad Universal, para conducirle hacia el Espíritu y el Ser, anterior y previo a Abraham y a todas las Razas y Tribus, y que subsistirá cuando todas ellas hayan desaparecido.
La afirmación del "Yo" individual y la emancipación cristiana
La importancia de la sangre común que unificaba a un pueblo (como pudieron ser los judíos, los escoceses o los vikingos) fue fundamental para la creación y consolidación de tales grupos humanos, y era obra de los Espíritus de la Raza. Cuanto mayor era el poder del espíritu de la Raza que congregaba a un pueblo, más fuertes eran los lazos que ligaban al individuo a la tribu, pues, como Heindel observa en todas sus investigaciones, la sangre es la más alta expresión del cuerpo etérico, de la misma forma que el cerebro y el sistema nervioso son las más elevadas expresiones del cuerpo astral. Es por esa razón por la que al imaginar algo es la sangre la que aporta el material para esas escenas imaginadas y por la que cuando el pensamiento está en actividad la sangre fluye a la cabeza. El Ego humano obra en sus cuerpos por medio del calor de la sangre, mientras que el espíritu de la Raza, de la Familia o de la comunidad obra en la sangre por medio del aire que respiramos.
El Espíritu de Familia pervive en las familias cerradas que no se han mezclado con otras tribus ajenas, de forma que en la hemoglobina de la sangre conservaban el recuerdo de las memorias de la Naturaleza. De ahí la metáfora o leyenda de que patriarcas como Adán o Matusalén vivieron cientos de años, y es que vivieron en la consciencia de sus descendientes, hasta que su memoria, al cruzarse y mezclarse con tribus extrañas, desapareció y "murieron", es decir que su memoria desapareció. Cuanto más pequeña era una tribu y más pura era la generación por la práctica del matrimonio dentro de la familia (como ocurre por ejemplo con los gitanos), se retenía más la consciencia de los mundos internos o extrasensoriales, pues la mente era común y carecían de mente propia.
Fueron los semitas los primeros en desarrollar la Voluntad, al casar a sus hijas con otras tribus, en contra de la voluntad de sus propios Espíritus de Raza, por lo que fueron rechazados por éstos pues "habían adorado a dioses extraños", cuando en realidad precisamente por medio de tales mestizajes esos semitas se constituyeron en la semilla de la quinta Raza Postatlante y sus subrazas. A partir de entonces se dió el libre albedrío y la individualidad al hombre, para que la consciencia individual, confinada al mundo material, sustituyese a la primitiva consciencia "común", provista hasta entonces de la clarividencia involuntaria o inconsciente, que mantenía en los hombres de la tribu los sucesos de las vidas de sus antecesores, que les ataba identificados con la tribu o la familia. En contra de lo que había venido ocurriendo hasta entonces, se prohibió la endogamia y el matrimonio dentro de la familia (o incesto), inhibiéndose así aquella clarividencia involuntaria y relativizándose así paulatinamente el sentimiento sagrado de familia. Con el fin último de establecerse en el futuro la Fraternidad Universal, el altruismo fue sustituyendo al tribalismo y con él al patriotismo.
El espíritu de Raza –o de grupo- siempre trata de preservar la integridad en la sangre de la especie a la que representa y pertenece. Y es por ello que el Dios de la Raza humana (Jehová y sus arcángeles grupales) se resiente en caso de matrimonio de sus súbditos con otras especies, y arroja el pecado de los padres sobre los hijos, y en caso de transfusión de sangre extraña se debilita su influencia. Los guías de la Humanidad han ido ayudando gradualmente al hombre a desprenderse de los Espíritus de la Familia, Tribu o Nación, extrayéndolos de la sangre, borrando así la clarividencia involuntaria (debida precisamente a la presencia de esos Espíritus en la sangre), con lo que se borran las tradiciones familiares regidas por ellos. La pérdida de esa facultad a causa de la mezcla de sangres supuso una ventaja para el hombre porque le permitió concentrar sus energías en el mundo material y pensar como un "Yo", en vez de concentrarse en los mundos superiores, dirigido como estaba por aquellos Espíritus grupales en su sangre. Solo cuando hayamos roto los lazos de sangre y nos hayamos afirmado como tal "Yo", podremos convertirnos en servidores desinteresados de la Humanidad. Cuando se llega a ese estado el hombre se da cuenta de que, en vez de perder a su propia familia, ha obtenido todas las familias del mundo: todos serán sus padres y hermanos a los que ayudar y servir. Y es entonces cuando volverá a adquirir el punto de vista espiritual que perdió con la mezcla de sangres, pues se habrá convertido en universal y fraternal, y aquella clarividencia negativa e involuntaria impresa en su sangre por el Espíritu de Familia se habrá convertido en la facultad elevada y consciente de la clarividencia voluntaria e inteligente del iniciado.
El triple espíritu individual del hombre, el Ego, es el Dios Interno, y con esa consideración como premisa básica, Cristo dijo que para ser discípulo suyo el hombre debía de abandonar todo lo que tenía. Toda la enseñanza de Cristo va dirigida a la emancipación del Dios interno, y todos podemos recordar en ese sentido el pasaje evangélico en el que Jesucristo incita al hombre a que ejerza su prerrogativa de individuo y a que, aún cumpliendo sus deberes, se eleve por encima de las imposiciones o normas tanto de familia, como de tribu, y de nación, y le siga, lo cual es una clara llamada a la emancipación iniciática, mediante la liberación de los Espíritus que le mantienen atado y esclavizado inconscientemente a los viejos y arcáicos vínculos de sangre.
Los espíritus de las Razas siguen existiendo, pero, cuanto más avanzada es una nación, más libre de ellos está el individuo, y, por el contrario, en los países en los que el pueblo está más retrasado el Espíritu de Raza es más fuerte. Y podemos decir que la Fraternidad y Amor cristicos pasan por la liberación de esos Espíritus, mediante precisamente el proceso iniciático cristiano.
Las primeras razas hasta la 3ª Raza Raíz Lemur
Aunque el advenimiento de la 5ª Raza Raíz (llamada por teósofos Raza Aria y por los antropósofos Raza Postatlante) tuvo lugar hace muchos miles de años y correspondería a la entrada de la humanidad en las cualidades y aspectos de 5º Rayo de Inteligencia y autoconciencia y desarrollo mental, coincidentes con el resurgir de las razas indoeuropeas, todavía una mayoría de los seres humanos que habitan nuestro planeta se hallan inmersos en cuerpos y mentes de la Raza Atlante anterior. El hecho de haber nacido en un cuerpo de raza blanca no significa automáticamente que se pertenezca a la 5ª Raza (y así las naciones europeas y norteamericanas tienen todavía una gran componente de humanos atlantes entre sus actuales habitantes), ni tampoco que una persona de raza negra, cobriza o amarilla corresponda inexorablemente a una subraza atlante o incluso a los restos todavía existentes de la raza lemur, sino que aunque su color de piel sea negro o amarillo, su personalidad puede ser de la 5ª Raza, pues está dispuesta y prevenida por la Jerarquía que se ocupa de la evolución de las Razas (concretamente el llamado Manú) la mezcla de las razas de cara a la consecución de la Raza más refinada posible en las dos últimas subrazas de la 5ª Raza Raíz, mediante la síntesis más alta de las características del 5º Rayo de Inteligencia mental.
Como sea que las dos primeras Razas Raíces, las llamadas Polar e Hiperbórea vivieron hace millones de años, y sus caracteres eran más bien de índole mineral la primera y vegetal la segunda, sin ninguna apariencia o fisonomía corporal semejante a nuestros actuales cuerpos, nuestro interés habrá de ceñirse (y solamente de pasada en este corto artículo, pues apenas existen restos de esta 3ª raza) a partir de la 3ª Raza Raiz Lemur, en que la forma era animal todavía en sus principios, con seres andróginos y hermafroditas, y provistos únicamente de tres sentidos (oído, tacto y vista) que habitaban el continente de Lemuria, hasta el momento en que se encarnan en ellos los seres de Jerarquías espirituales superiores para conferirles la inteligencia o capacidad de autoconciencia en sus primeros albores, así como la separación de sexos, y eventualmente por su encadenamiento a la materia y degeneración animal terminaron desapareciendo, siendo los progenitores de la posterior Raza Atlante. Aunque pudiera generalizarse que en todas las razas negras africanas se hallan huellas de estirpe lemuriana, en nuestros días únicamente los indígenas de Australia y Oceanía, casi extinguidos hoy, pertenecerían a la séptima subraza de los lemures.
El proceso evolutivo del ser humano, deducen de su investigación tanto antropósofos como rosacruces, se debe a la circunstancia de que gradualmente su cuerpo etérico, que sobresale en todos los animales más allá de los límites de su cuerpo físico, se fue metiendo dentro del cuerpo físico, hasta que ambos llegaron a coincidir. Al comienzo de lo que podemos llamar origen inicial de la tierra, ésta estaba unida al Sol y a la Luna en un solo cuerpo estelar, en lo que es llamado la época Polar de la tierra, en cuyos momentos apareció el germen potencial del ser humano que incluía ya los tres vehículos más inferiores (los cuerpos físico, etérico y astral). Cuando advino el siguiente período, la época Hiperbórea, en que el Sol se preparaba para separarse de la tierra, la estructura y condiciones de ésta, en un proceso de solidificación y endurecimiento mineral caótico, hizo que posteriormente en la época Lemur, en la que se separa también la luna de la tierra, los seres más sutiles que la habitaban, mezcla diversa de distintas jerarquías superiores, almas de los futuros cuerpos humanos, tuvieron que partir a otros planetas del sistema solar para continuar su desarrollo (lo cual dejaría su impronta planetaria diferenciada de rayo en las diferentes futuras almas humanas). En la época Lemur el aire atmosférico estaba saturado de vapores y la materia era blanda y plástica, hasta que finalmente el agua se hizo pura y el aire se libró de la materia, haciendo más habitable aquella tierra.
La 4ª Raza Raíz Atlante, los Planetas y los Rayos
Tras separarse la Luna de la tierra en la época Lemur, y ya dentro del período Atlante, las almas empiezan a descender a la tierra desde los diferentes planetas, ansiosas de volver para unirse a la sustancia física según el designio divino. Al unirse al principio a formas endurecidas quedaron aprisionadas en ellas, quedando muchas de ellas rezagadas en la evolución (los monos antropoides son el resultado de tal endurecimiento y atraso). Las almas que sintieron un ansia menor seleccionaron las formas más blandas y así la forma humana se hizo blanda y plástica hasta llegar su cuerpo físico a adaptarse en tamaño y forma al cuerpo etérico, lo cual ocurre en el último tercio de la Atlántida, en que el cuerpo y su materia comenzó a endurecerse.
Es la "caída" a la que se refiere la Biblia; el hombre adquirió una forma sólida antes de tiempo, pues, de no ser por la intervención de las jerarquías espirituales que le impulsaron a ello insuflándole los órganos y facultades correspondientes, no le hubiera correspondido descender de una forma gaseosa a otra sólida hasta el último tercio de la Atlántida. Fueron dos tipos de seres sublimes los que inyectaron fuerzas en el hombre que le hicieron avanzar en su camino cósmico, por lo que hay dos fuerzas antagónicas en el ser humano: los poderes divino-espirituales que actúan sobre el Yo y los seres llamados luciféricos que actúan sobre su cuerpo astral. Aquellas almas, y sus descendientes, que quedaron en la tierra durante el largo período de crisis lunar, en que la tierra quedó casi despoblada por haber marchado las demás almas a los distintos planetas, se sintieron seres solares por haber estado sometidos a sublimes fuerzas solares, pues tenían la antigua clarividencia basada en la memoria de sus ascendientes sanguíneos. Pero al multiplicarse y mezclarse con los que volvían del espacio, se debilitaba la consciencia a causa de la confrontación de los seres solares con los luciféricos, que se oponían a cualquier unificación humana y enseñaban al hombre libertad, autoconciencia, independencia e individualidad, frente al Yo común de los grupos provenientes de Marte, Saturno, etc., que tendían a estar unidos por los seres divino-espirituales a través del lazo de sangre. La consecuencia de la estancia de las almas en los diversos planetas es la razón de la variedad de rayos del alma de los distintos seres humanos, pues cada planeta con su rayo correspondiente infundió su característica esencial en los hombres que de ellos provenían, de forma que Marte siendo de 6º rayo, o Saturno de 3º rayo, o Mercurio de 4º rayo, etc., imprimieron en las almas su marca definitiva en las almas que habitaron en tales planetas durante su exilio. En la Atlántida, mediante la clarividencia difusa y más bien oscura de que estaban provistos los hombres, éstos podían ver a sus guías y a los seres espirituales de planos superiores. Cada hombre podía ver la región o planeta del que procedía, así como a los seres superiores de los mismos, de forma que por medio de los Oráculos entonces existentes de Marte, Júpiter, Sol, etc., donde se instruía a los iniciados, había una estrecha relación y comunicación subconsciente con los Maestros, que transmitían al discípulo profundos secretos espirituales y que podían separar el cuerpo etérico del aspirante espiritual, lo cual le permitía ver y saber lo mismo que su Maestro.
Las subrazas de la 5ª Raza Raíz Postatlante y las iniciaciones
Para Annie Besant la 5ª raza, hace un millón de años, se desarrolló bajo la protección de Buddha (Mercurio), pues su principal objetivo era el desenvolvimiento de la mente, bajo la influencia fundamental del planeta de la Sabiduría. El Manú Vaivasvata seleccionó de entre la subraza Semítica de la raza Atlante las simientes de la 5ª raza raíz sobre las que se fue modelando el núcleo de la humanidad futura.
Después de la destrucción del continente Atlante, y aunque gran parte de sus habitantes sobrevivieron, todavía los hombres tenían acceso al mundo espiritual a través de los remanentes de clarividencia que aún permanecían, pero paulatinamente la unión del cuerpo físico y del cuerpo etérico se fue haciendo más firme, y el Maestro ya no podía separar ambos cuerpos a voluntad para transmitirle su sabiduría y tener acceso al mundo espiritual por medio de la llamada "iniciación antigua". Efectivamente, en los diversos períodos postatlantes, de India, de Persia, de Egipto y de Grecia, los Oráculos fueron sustituídos por los Misterios o Templos de la Iniciación, donde se iban implantando en el cuerpo astral de los discípulos los conceptos e ideas del mundo espiritual, hasta que, tras un período de preparación llegaba un momento en que el discípulo podía adquirir la visión del mundo espiritual mediante el reflejo en el cuerpo etérico de todo lo acumulado en aquel cuerpo astral, lo cual se efectuaba a través de la llamada "iniciación antigua" con la intermediación e intervención del iniciador o hierofante. El discípulo era sometido a un trance parecido al de la muerte, pues durante tres días y medio el discípulo viajaba realmente fuera de su cuerpo físico por el mundo espiritual donde residen los seres superiores, hasta que el hierofante le llamaba y aquél volvía de ese mundo donde ya había adquirido el conocimiento y la experiencia del mundo extrasensorial. Al comienzo de la Epoca Postatlante, para los Hindúes el mundo espiritual aún estaba muy vivo, pues todavía conectaban con sus antepasados por medio de la consciencia clarividente –aunque vaga y borrosa-, de forma que para ellos el mundo era "maya" (ilusión) y no les interesaba la ciencia ni la materia sino solo el espíritu, pues les era difícil entender que el propósito y plan divino era precisamente que perdieran su consciencia espiritual para sumergirse en el mundo físico y terrenal. En Persia, con Zaratustra llamando la atención sobre el Sol como Dios Ahura Mazda, el mundo deja de ser maya, pues se asume que la materia procede del espíritu. En Egipto-Caldea el mundo físico se conquista un poco más, a través del estudio de las ciencias, la astronomía y la geometría. Y en Grecia por fin se une lo anímico y espiritual con lo externo y material.
La nueva Iniciación Cristiana
Pero a medida que el hombre se ligaba más al mundo sensible, aumentaba su alienación del mundo espiritual y se oscurecía más la vivencia de los fallecidos entre su muerte y siguiente nacimiento, en una experiencia de total soledad, separación y frialdad (Aquiles, el Heroe mítico, decía sobre la vida después de la muerte: "mejor un mendigo en la tierra que un rey en el mundo de las sombras"). Los iniciados eran cada vez menos por el peligro de aquella iniciación antigua, pues era difícil conservar la vida tras tres días y medio en estado cataléptico, con el cuerpo etérico separado del cuerpo físico). Y en aquella iniciación el iniciado percibía el viejo mundo espiritual, los antiguos dioses, pero no veía al Dios que había permanecido alejado de la tierra, influyendo sobre ella, y al que Moisés vió aproximarse en el fuego de la zarza ardiente: el Yo Soy el que Yo Soy, que ya no era el Dios antiguo Yahveh o Jehová, sino el Cristo solar.
El líder de los seres solares que se fueron al Sol cuando se separó de la tierra, para continuar allí su desarrollo, es Cristo. Y desde allí irradió su fuerza sobre la tierra, hasta que apareció en el cuerpo de Jesús. Al cambiar el sistema de la iniciación, Cristo trajo a la tierra la fuerza necesaria para que el ser humano se haga clarividente sin necesidad de separar el cuerpo etérico, de manera que cuando la persona alcanza la madurez suficiente para recibir de Cristo un impulso tan fuerte que haga que la persona viva tan absorta lo que sucedió en el Misterio del Gólgota y lo vea objetivamente con tal viveza espiritual que afecte a su circulación de la sangre, alcanzando el mismo resultado que se conseguía antes con la separación del cuerpo etérico. El impulso de Cristo ha traído a la tierra algo que influye en la fuerza que hace latir la sangre en las venas del discípulo, sin necesidad de sustancias ni cambios en la consciencia ordinaria diurna, consistiendo esa poderosa fuerza en un fuego interno que abre el alma al impulso de Cristo, que actúa de tal forma que las experiencias del cuerpo astral fluyan sobre el cuerpo etérico haciendo que se alcance la clarividencia. Esa es la diferencia entre el bautismo de Cristo y el bautismo de Juan Bautista: el nuevo "Bautismo con el Fuego y el Espíritu" que trae "vida": El "Yo Soy la Resurrección y la Vida" que despertó y resucitó a Lázaro, el 1º iniciado cristiano.
Y es que uno de los "saltos" en la evolución de la raza humana en su conjunto fue la venida de Cristo a la tierra, que ha suscitado el anhelo de conocer la Ciencia Espiritual, y de leer y conocer el sentido de la Biblia, depósito de inmensos tesoros espirituales y de los más importantes valores de nuestra evolución terrestre. Si Cristo no hubiera descendido a la tierra el Yo del hombre se hubiera desarrollado plenamente, pero las facultades esenciales de los cuerpos inferiores y la clarividencia, así como el dominio del alma-espíritu sobre el cuerpo, se hubieran desvanecido, y el hombre se hubiera convertido en un Yo autoconsciente, pero en un Yo egoísta y carente de amor. Los escribas y fariseos querían conservar lo anticuado, quedarse en lo pregonado por Moisés y los Profetas, y como iban contra la evolución de los tiempos el Cristo caracterizó de hipocresía y de "contrario a la verdad" lo que aquellos preconizaban. Si imitamos a Cristo hay que tener la valentía de enfrentarse a los que entorpecen el progreso de la Humanidad, pues "no se puede servir a dos señores": al Dios del corazón y al que sirven los escribas y fariseos.
Emilio Sáinz Sociedad Biosófica
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