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El Más Allá 
Una  de las preguntas que con más frecuencia escuchan; los instructores de la  sabiduría oriental es "¿Qué enseñáis, acerca del más allá de la  muerte?" Al ocultista experimentado siempre le parece extraña esta  pregunta, pues le produce el mismo efecto que si preguntaran a cualquiera:  "¿Qué enseñáis acerca de la acera de enfrente de la calle?" Desde  luego que mayúscula fuera la extrañeza de quien escuchara semejante pregunta,  pues para saber lo que hay en la acera de enfrente de la calle le bastará al  interrogador verlo con sus propios ojos. El instructor oriental ya no se admira  de la multitud de pruebas del resultado de las meramente teóricas y dogmáticas  enseñan.za de la mayoría de instructores y predicadores del mundo occidental,  que son "como ciego que guía a otro ciego", pues carecen de medios  para comprobar sus afirmaciones y se contraen a transmitir lo que ciegamente  recibieron de otros, quienes a su vez allegaron del mismo modo su instrucción.  Por el contrario, en Oriente hay muchísimos individuos de muy evolucionadas  facultades psíquicas y espirituales para quienes los fenómenos de la otra vida  son tan familiares como los de la terrena, y el mundo de ultratumba es para  ellos tan real y efectivo como el ordinario ambiente del mundo físico. Para los  ocultistas avanzados no es el más allá un mar inexplorable sino tan  perfectamente conocido en sus corrientes, profundidades, islas y generales  características como para el experto marino occidental pueda serlo el  Atlántico. Además, a todo oriental instruido se le enseñó desde niño que los  fenómenos del otro mundo no han de ser materia de creencia por fe, sino que  pueden conocerlos efectivamente cuantos quieran emplear tiempo y estudio en  educir las superiores facultades latentes en todo ser humano. Sin embargo, por  la misma razón, el avanzado ocultista oriental se ve perplejo, por no decir  desalentado, cuando ha de comunicar sus conocimientos sobre el asunto a los  estudiantes occidentales cuya mente repugna por instinto aceptar la verdad  según la aceptan los estudiantes orientales. Como quiera que el occidental no  ha realizado por positiva experiencia ciertos fenómenos psíquicos y  espirituales en que se fundan las enseñanzas sobre este punto, exige  "pruebas concluyentes" de dichos fenómenos antes de pasar adelante.  Por otra parte, para conocer estos fenómenos es indispensable experimentarlos  personalmente, y así no valen argumentos ni razones para convencer de una  verdad que ha de servir de fundamento a las enseñanzas. En consecuencia, el  estudiante occidental, o bien acepta por fe las afirmaciones del instructor o  las disputa por conjeturas y especulaciones; y como en Occidente se cuentan por  millares las conjeturas y especulaciones de esta índole, el estudiante puede  muy bien excusarse de no aceptar ninguna de ellas, porque, según suele argüir:  "tan buena es una hipótesis como otra". 3 Al exponer los fenómenos  del más allá, a que está dedicado este volumen, debe advertir desde luego el  estudiante que no se le podrá proporcionar ninguna prueba material si no tiene  muy actualizadas sus facultades psíquicas y espirituales, porque sin ellas la  prueba demandada sería semejante a la que un ciego exigiera de la existencia de  los colores o un sordo de la del sonido. La naturaleza de las cosas impide dar  prueba material en dicho caso. ¿Qué método cabría emplear para explicar la  sensación gustativa del azúcar a quien jamás hubiese probado un dulce? Por  tanto, téngase muy en cuenta que las enseñanzas de este libro no se exponen  como prueba de los fenómenos del otro mundo, sino tan sólo a manera de relato  de un viajero que vuelve de un país extraño y cuenta las peripecias de su viaje  y lo que allí ha visto. Dijimos a los estudiantes de nuestras primeras  lecciones: "Los instructores orientales no exigen de nadie que acepte  ciegamente lo que se le enseña. Por el contrario, advierten al estudiante que  sólo acepte por verdad lo que haya comprobado personalmente, pues ninguna verdad  es verdadera hasta que uno la ha corroborado por su propia experiencia.  "Pero también se le advierte que para comprobar así una verdad ha de  educir y vigorizar las facultades indispensables para la comprobación. "El  instructor sólo quiere que el estudiante confíe en él como en quien le señala  el camino, y así le dice: `Éste es el camino. Ve por él y encontrarás lo que te  he enseñado. Tómalo, pésalo, mídelo, pruébalo y lo conocerás por ti mismo.  Cuando llegues a cualquier punto del camino sabrás tanto como yo y quienquiera  que haya pasado por aquel punto; pero hasta que allí llegues no tendrás más  remedio que aceptar cuanto te digan quienes ya lo traspusieron o rechazar todo  cuanto a dicho punto se refiera. No aceptes nada definitivamente hasta que por  ti mismo lo hayas comprobado; mas si eres prudente aprovecharás los consejos y  experiencias de quienes en el camino te precedieron. Cada cual ha de aprender  por experiencia, pero los ya experimentados pueden señalar el camino a los  inexpertos. En cada etapa observarás que quienes ya están más adelante dejaron  se- ñales, hitos y marcas para instrucción de los que les seguían. El hombre  prudente aprovecha estas señales. No te exijo fe ciega sino tan sólo confianza  hasta que seas capaz de demostrar por ti mismo las verdades, que te expongo,  como a mí me las expusieron mis instructores. ' Los escépticos occidentales  podrán objetar que no damos "pruebas científicas" de nuestras  afirmaciones acerca de los fenómenos del más allá. Si por "pruebas científicas"  se entienden las de la ciencia física; estamos de acuerdo en que no las  aducimos; mas para los ocultistas avanzados el adjetivo "científico"  tiene un significado mucho más amplio. Quien espere pesar, medir y calcular las  cosas espirituales con métrica. material fracasará sin remedio, pues nunca  obtendrá la deseada prueba. Los aparatos físicos sólo sirven para objetos  físicos, y el mundo espiritual tiene peculiares aparatos con que registrar sus  fenómenos. Por tanto, deseamos que comprenda bien este asunto quien comience a  estudiar este libro, y sepa de antemano que no le ofreceremos ninguna prueba  material, pues en parte alguna se hallarían semejantes pruebas. Tampoco  argumentará este libro, porque no hay base de argumentación entre los que ven  el más allá y aquellos cuya visión se contrae al plano físico. Sin embargo,  esto no significa que vayamos a exponer un cúmulo de absurdas afirmaciones con  la pretensión de que el lector las reciba como artículo de fe. Lejos de  nosotros semejante intento. Porque aunque la razón por sí sola no sea capaz de  rasgar el velo que separa la vida de la muerte, puede, no obstante, si está  libre de prejuicios dogmáticos, percibir cierta racionalidad en las  afirmaciones verídicas de los fenómenos del mundo invisible, que por lo  congruentes con otros fenómenos ya aceptados explican racionalmente lo que de  otro modo fuera inexplicable. En resumen, se verá que nuestras enseñanzas  concilian hechos en apariencia antitéticos y enlazan muchos puntos obscuros  que, si bien aceptados por la razón, no se habían podido estructurar  ordenadamente en un concepto mental. Exhortamos al lector a que difiera su  juicio hasta leído atentamente todo el libro y bien considerado lo leído. Aun  así, convendrá que vuelva a leer y considerar cuanto exponemos, y después se  pregunte: "¿No parece todo esto lógico y probable?" Si sólo puede  aceptarlo como hipótesis, que con ello se satisfaga, aunque nosotros  sonreiremos de que tome por hipótesis lo que experimentalmente comprobaron los  ocultistas de toda época. Pero si detenidamente se consideran las enseñanzas  expuestas en este libro, resultarán cada vez más razonables según transcurran  los años, pues todas las experiencias del individuo se acomodarán al carácter  general de las enseñanzas, que irán substituyendo a los viejos y rutinarios  conceptos. No es fácil apartarse o desechar la verdad una vez conocida, porque  hurgará con irresistible prurito luego de alojada en el oído mental de quien la  escuche, y tras el oído está aquella parte del ser humano que aunque revestida  de varias envolturas conoce la verdad. Por mucho que la niegue el individuo no  podrá substraerse a la verdad una vez que su semilla le haya caído en la  conciencia, porque la nutrirá la subconciencia y en tiempo oportuno brotará y  florecerá. De suerte que no importa si el lector es incapaz de asimilarse las  enseñanzas desde luego, porque largo es el tiempo y cada cual lo tendrá de  sobra para madurar la lección. AI fin y al cabo, toda enseñanza no es más que  un procedimiento de siembra.
LEER LIBRO EN EL ENLACE
La Divinidad nos bendice siempre. 
La Divinidad es en nosotros/as 
Somos la Divinidad 
Somos Uno 
Byron Picado Molina 
SOCIEDAD BIOSÓFICA NICARAGUA (SBN) 
Helena Petrowna Blavastky 
"La Espiritualidad más expandida es el AMOR en VERDAD iluminado 
con Valores aplicados" 
Estelí,Nicaragua. 
América Central
 Blog Red Nicaragüense de Luz http://renluz.blogspot.com/
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